Los procesos migratorios generan muchas reacciones emocionales en quienes los viven, más aún si esta migración es forzada, si, por diversos motivos, las personas se han visto obligadas a dejar su país sin querer hacerlo.
Además de las múltiples necesidades económicas y sociales que surgirán a lo largo del todo trayecto migratorio, se encontrarán otras de orden psicológico que deberán ser miradas y atendidas para conseguir su bienestar integral.
Son muchas las reacciones emocionales que las personas migrantes o refugiadas pueden presentar en cada momento del proceso migratorio. Cada una de ellas tendrá la marca singular de la historia de vida y circunstancias personales de cada quien.
Sin embargo, como situación colectiva y fenómeno psicosocial de gran impacto, podemos decir que la población migrante y refugiada deberá hacer frente a ciertas emociones y sentimientos comunes, de algún modo esperables, debido a las situaciones vitales tan particulares que les ha tocado vivir.
Estos afectos estarán vinculados, por un lado, a los sentimientos de pérdida y, por el otro, a las reacciones emocionales propias de llegar a un nuevo país.
Ese proceso de duelo que debe hacer toda persona migrante al dejar su país de origen, su tierra, al alejarse de sus seres queridos, amigos, pertenencias, de las formas particulares de comunicarse y relacionarse en su comunidad, de sus rituales y costumbres…
Este proceso será más complicado si la migración se da como un desprendimiento obligado o una huida forzada de la tierra y de los vínculos que componen la vida y la identidad de la persona.
El individuo puede experimentar diversos sentimientos, por ejemplo:
Estos sentimientos y emociones pueden generar:
Llegar a un nuevo país generará algunas reacciones emocionales propias de las nuevas formas de vida que le esperan al migrante; donde deberá enfrentar lo incierto e imprevisible y un contexto que se escapa permanentemente de su control.
El proceso de adaptación al nuevo contexto social y cultural es muy exigente. Es como si el cuerpo y la mente debieran hiperactivarse para enfrentar y solucionar situaciones que no le son familiares.
La buena noticia es que el ser humano tiene recursos para que este proceso pueda darse adecuadamente, logrando que, luego de un tiempo, la persona se sienta más tranquila, integrada y contribuyendo a la sociedad que la ha recibido.
Este proceso se complica cuando:
Porque algunas personas pueden sentir que necesitan ser acompañadas para vivir y expresar las emociones que sienten, sean tristeza, culpa, impotencia, rabia, angustia, temor a lo que no se conoce; y que, como hemos dicho, son expresiones comunes y esperables cuando una persona debe migrar.
Casi todo proceso migratorio producirá este tipo de emociones; sin embargo, cuando:
Estamos ante factores de riesgo que podrían ocasionar que las reacciones emocionales esperables en toda migración se compliquen, dando lugar, por ejemplo, a cuadros de depresión, ansiedad u otros, que ameritan una intervención más especializada.
El profesional en psicología será un acompañante que sostiene en los momentos difíciles. La persona migrante o refugiada encontrará a un ser humano comprometido en escuchar y acoger su sufrimiento, que buscará la mejor manera de ayudarla a sentirse mejor y a recuperar sus recursos y potencialidades para hacer frente a los problemas y adversidades que pueda estar pasando.
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Publicado en la plataforma de VenInformado el 4 de marzo de 2021. Por Guillermo Manrique, psicólogo del CAPS. Fotografía: Propiedad de Lutheran World Relief.